18 de julio de 2010

Personalmente los días lluviosos me llevan a quedarme colgada pensando, porque la verdad que no queda mucho por hacer... Sentarse a mirar por la ventana, pasa la gente con sus paraguas rapidito para no mojarse... Siempre me pongo a pensar en lo que harán, para donde irán, a la casa de un amigo, al trabajo. Serios, cada uno ensimismado en sus pensamientos, rodeados de ellos como nos podría rodear una burbuja.
Me siento en el sillón (al que le voy a hacer un hueco ya, pobre) y leo y leo para tratar de olvidarme de todo, para matar el tiempo y que la cabeza pare de maquinarse aunque sea por un rato.
Olvidarme de que va a ser otro número que quede en una agenda arrumbado. Otras lágrimas lloradas sin mucha razón. Otros recuerdos que van a quedar en el olvido. Otros besos que voy a extrañar, otros brazos que voy a necesitar, otra voz que voy a querer escuchar pero que no va a estar. Porque no se dio. Porque "ahí quedó". A veces pienso que creo una buena primera impresión pero después me van conociendo y se va perdiendo aquello que gustó a la otra persona, y termino siendo aburrida. Quizás creo una barrera invisible que hace que me aleje mucho y al final nada la derriba. Muchas veces tengo muchas ganas de estar sola, aunque después me queje de lo sola que estoy.
Ni yo me entiendo, por eso me cuesta definirme cómo soy. Soy mitad y mitad de algo. ¿Qué sé de mí? Sólo que adoro leer, mirar películas, cocinar. Que busco refugio en todos lados, que soy muy sensible y que si me agarra el bajón no paro de llorar, que me aterra la soledad; y que a pesar de lo malhumorada que soy puedo dar muchísimo cariño, y que siempre voy a tener el corazón abierto para recibirlo.
La escritura puede llegar a ser catártica en el momento justo...

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