21 de julio de 2010

Siento siempre que mi vida es como ir al cine. Soy una simple espectadora de los sucesos que ocurren pero, obviamente, le ocurren a otros, no a mí. Siempre estoy con miedo, con temores de "lo que pueda llegar a pasar". Si no tengo todo milimétricamente controlado, registrado y me da seguridad, es imposible que salga a hacerlo... En consecuencia, las cosas que hago de mi vida son muy pocas. No me dejo disfrutar, todo se me vuelve oscuro, y pesado o directamente dejo pasar las oportunidades por "miedo a", es como una vocecita que me dice todo el tiempo: "No Lu, ojo con lo que hacés, mirá si pasa algo... Mirá si te equivocás. Mirá si no les gustás a los demás, mirá si no sos como los demás quieren..." Y así siempre llego a un punto donde me agarra una frustración y un enojo contra mí que me resulta muy pesado de llevar y termino poniéndole mala cara a todo y a todos, quedándome en mi casa, mirando una película o leyendo un libro que a veces ni siquiera tengo ganas de leer, pero que está cerca mío para olvidarme de lo anterior, para sentir menos el enojo que me tengo.
No trabajo, la carrera que hago me dejó de gustar como me gustaba antes... Lo único que en este momento me está siendo grato es el curso de cocina que estoy haciendo, pero como no tengo con qué pagarlo también estoy limitada a las condiciones que se imponen con la economía familiar. También el tema del trabajo es otra cosa a abrir, un capítulo aparte... Todo eso que puede salir mal (no se QUE CARAJO ES LO QUE PUEDE salir mal) y temores que yo sola me creo se transmiten al ámbito laboral, porque obviamente es abrirse a un nuevo mundo, a conocer personas nuevas, a desenvolverse antes las dificultades que se te puedan presentar y ahí ya está llegando la vocecita con sus advertencias... Pero también ¿Cómo es que voy a animarme a darme oportunidades, a disfrutar, si cuando lo hago no sale bien? ¿Si se aleja y no lo puedo alcanzar?

1 comentario:

Sebastian dijo...

Me siento identificado con varios aspectos. A mucha gente debe pasarle lo mismo en distintos ámbitos.
Hay veces que, contrariamente a lo de espectador, me siento un actor, ya que me veo haciendo cosas en un estado automático, de improvisación, pero son las menos obviamente.