13 de agosto de 2010
Y escribo. Escribo en la agenda, en papeles, en algún cuaderno que haya quedado por ahí tirado. Creo que nunca escribí tanto. Tener tantas cosas para expresar, para sentir, pero que no quedaran solo flotando en mi cabeza, sino que quedaran impregnadas en un papel para después de varios meses los encontrarlos, poder volver a releerlos. Escribo y me repito, vuelvo a poner las mismas frases en diferente orden. Las mismas palabras. Las mismas quejas. Los mismos miedos. Las ilusiones que no quiero que aparezcan, porque les desconfío... Siempre el mismo torbellino que hunde a quien está atrapado dentro de él, esta vez expresado a través de los papeles y las letras.
Es tan gracioso cuando me pongo a analizarlo cómo es que automáticamente me tiro al bajón, como es que solo veo lo malo de todo lo que sucede. Tristezas de algunos meses que pensé que habían desaparecido pero de la nada es como que renacieron, por suerte sin la misma potencia que antes, pero cualquier excusa es buena para encerrarme en mi propia caparazón y tratar de desaparecer.
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