29 de septiembre de 2010

 (Escrito al vuelo el día 28)
Que poco que ayuda este día en el que parece que el cielo se cayera en pedacitos y cada una de las gotas que fuera uno de esos pedacitos, y al final nos quedaríamos sin cielo... Él hoy pudo haber tenido ganas de quedarse en camita, tapado por las frazadas que serían las nubes...
Pero aunque hoy la lluvia no ayude tampoco ayuda el no tener un pedo para pasar el fin de mes, el que tenga un examen de cocina mañana y el haber estado ahí mientras hermana y mi viejo discutían y él le pedía las llaves del departamento, de casa, de esta casa en la que siempre me quedo. Todo bien, pero esta vez mi viejo se zarpó feo. ¿Cómo vas a pedirle las llaves a tu hija para que afloje con las salidas? Quizás fue un acto desesperado porque no se le desvanezca de las manos... Está bien que le impongas algún tipo de castigo por el hecho de haber estado afuera hasta las doce de la noche de un lunes cuando al día siguiente te tenés que levantar a las seis y media de la mañana para ir al colegio (además de tener 17 años todavía...), pero esta vez, creo que se le fue un cacho la mano. Bah, al menos así me parece a mi. tampoco pude decir mucho porque no creo que diera que me metiera en el medio, creo yo. Después me quedé en casa toda la mañana adelantando información para filosofía y obviamente que me quedé también maquinándome por no haber dicho nada durante la discusión, por no haber salido pataleando y gritando a favor de mi hermana. Por haber (como casi siempre) bajado la cabeza y no dicho nada. Como siempre, la culpa me la tiro a mi. 
Y lo que queda nada más es la sensación de desvanecimiento de las personas, todos se van, nadie queda. Uno es el que se queda mientras todos se mueven. Tratás de retenerlos, de tomarlos de la mano y no soltarlos pero igualmente la fuerza no es la suficiente para que se queden al lado tuyo, no estancados con vos, aunque sea moviéndonos juntos. 
No tendré una forma poética o literaria o mas sutil de escribir mi mundo. Quizás porque estoy encerrada entre cuatro paredes que levanté alrededor mío, y en ninguna me fabriqué una puertita para salir a pispear afuera. 
Termino concluyendo entonces que terminó mi viejo de descargarse y la vida continúa su curso mientras uno se queda preguntándose como es que pasó lo que pasó. Como es que en este día gris, las cosas se vuelven más grises.

Pero también hay buenas noticias, de esas que no te hacen sentir tan tarada en la vida: me saqué un nueve en el examen escrito de cocina y otro nueve en el práctico.

Un día 27 de septiembre (dos días atrás) pero hace dos años, fallecía mi abuelito querido. Aquel que nos hacía odiarlo por las rabietas que le daban gracias a su mal carácter y amarlo muchísimo mas por hacernos reír. Por estar ahí y acompañarnos en los tiempos difíciles. Gracias abuelito por haber estado en todo momento hasta que no te quedó otra que irte, dejándonos un montonazo de recuerdos más que geniales.
Te adoro abuelito, estés donde estés.

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