Una tarde en la que andabas un poco con el alma revuelta,
porque en terapia están haciéndole una autopsia
a todo aquello que creías que no iba a salir más de adentro.
Entonces como a eso de las cuatro llega una de aquellas amigas que son incondicionales.
Y las palabras salen, salen, chorrean como las canillas con los cueritos rotos,
se convierten en pequeñas cataratas.
Notás que tus labios se mueven como a la velocidad de la luz,
pero mas allá de eso, todo lo que decís lo estás diciendo con sentido,
tratando de sacar aquel revoltijo que te estaba molestando.
Las confesiones surgen, surgen las comprensiones.
Surge un nuevo modo de comunicarte que no sabías que tenías,
se cae esa muralla que creaste para todo aquello de lo que te daba vergüenza hablar.
Y ahora, un gran gracias, sólo por haberme escuchado amiga.
Un enorme te quiero, por estar siempre ahí.