Puede que posiblemente en este momento de positivismo de vida que estoy teniendo ahora igualmente tenga también esos momentos de miedo insondable, ponele. Ponele que es como una sombra que me sigue adonde quiera que vaya. Porque por más que muchísimas cosas hayan cambiado, sigue estando ahí, un poco mas atrás, pero está. Está bien, lo admito: mis opciones ya no son un no rotundo, un imposible. Ahora veo esas cosas que antes no podía. Veo posible formar un grupo de amigos, veo posible que los demás me vean, posible tomar decisiones, posible corporizarme y posible tener los pies en la tierra para decir acá estoy, mirenmé. 
Pero igualmente se dan esos momentos de afloje en el que me empiezo a preguntar mientras viajo en el 132 para casa, cuando caracho es que voy a definirme. Cuando voy a empezar a disfrutar de la vida y de las cosas buenas que me pasan o me puedan pasar. Cuando dejaré de sentirme chiquitita ante los demás. Porque siempre me sentí así, ante nuevas situaciones, nuevas personas, me achico y me transformo en un bicho bolita. Como para pasar desapercibida, y no tener que enfrentarme a las cosas y retraerme más de lo que ya estoy. Para resguardarme de todos los peligros. Y no terminar sintiendo, haciendo ni disfrutando nada. Bueno, en resumen la misma historia de siempre repetida una y otra vez, día tras día.
Tengo ganas de respirar. Así me estoy ahogando, lo juro. Quiero y necesito salir de estas cuatro paredes. Quiero tener un grupo de amigos con el cual poder compartir salidas y experiencias. Quiero a mis amigas más pachangueras. Quiero dejar de quedarme en casa, quiero un trabajo, irme a vivir sola.
Quiero querer estar más feliz de lo que estoy ahora.