4 de octubre de 2010

Y resulta que.

Y resulta que cocino pulenta. Y resulta que me encanta estar al lado de un horno un 31 de diciembre con mas de 30º de calor haciendo canelones caseros. Y resulta que me siento segura en este ámbito, donde lo único que necesitas es un poco de maña y práctica. Sumale a eso un poco de creatividad, y unos comensales que morfen bien, y tu autoestima subirá, porque no hay nada mas lindo que te digan que lo que cocinaste está para chuparse los dedos. Te sentís realizada, es como que algo bien en medio del desastre y del lo insegura que sos puede salir. Que te salga un cheese cake, o se te levanten las claras para el merengue es todo un logro. Y entonces resulta que se enciende una luz en tu día cuando le llevás un budín a tu amiga y te dice que le encantó. Porque pusiste a alguien feliz, porque la comida (aunque quizás exagere, ustedes diganmé) puede hacer feliz a alguien, puede alegrar un día gris un almuerzo preparado con ganas, unas tostadas a la mañana, o un bizcochuelo marmolado. Sin necesidad que sea la gran receta, solo que esté hecha con todo el cariño que tengamos para esos ingredientes. Y bueno, resulta entonces que la cocina es un lugar donde me siento un poco mas conforme conmigo misma, y esa confianza que estoy descubriendo que en realidad si me tengo (pero que está escondida muy muy al fondo denosedónde) sale para preparar un plato.
Y caés en un curso cualquiera y te encontrás con gente espectacular y te dan mas ganas de seguir haciéndolo. Y llegás a tu casa reventada y volvés a abrir aquellas cosas que usaste para volverlas a hacer en tu casa. Y llega el fin de semana y te encontrás con unas ganas locas de armar panes saborizados, pizzas, una torta y si queda tiempo, por qué no algunos alfajorcitos de maicena o el genial (y nunca bien ponderado) budín.

Y esta semana estoy revolviendo un montón de ollas pero adentro mío. Descubrí que tengo mis tiempos. Que lo único que hago es presionarme para alcanzar a los que van más rápido pero solo logro angustiarme, porque no llego para nada. Y que tengo que dejar de autocompadecerme. Que por una de las cosas en que sigo pensando en él y en lo que no fue, es porque es más fácil esconderse atrás de las lágrimas y de las tristezas y decir que por esa causa no puedo. No creo que los miedos se me vayan pronto. No creo que deje de esconderme detrás de aquellas lágrimas el día que sigue a hoy. Pero al menos creo que con admitirlo estoy avanzando un paso. Más allá que mi tristeza haya sido real. Que la sensación de tener el corazón en medio de un océano flotando (a lo "Náufrago" con Tom Hanks) y que nadie lo pueda rescatar fue real. Porque lo extrañé, porque lo quería al lado mío. Porque lo necesitaba, necesitaba mas que nada oír su voz. Pero ya está, pasó y ahora me lo tengo que bancar. Sobre todo porque tampoco le pedí que se quedara un poquito más.

Seguramente esto sea una seguidilla de incoherencias, no releo lo que escribí después de haber salido de la nada. Así que si alguien lo lee, pido disculpas.
Y si alguien se siente tan perdido como yo, bienvenido.

2 comentarios:

Pablo dijo...

enbudine ese corazón y repartalo entre sus amistades!!

Pablo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.