27 de mayo de 2011

Novelas nuevas, nuevos aires

"Los hombres que alguna vez me habían festejado aprovechaban tu ida para intentarlo una vez más, pero no pudieron volver a encontrarme y se terminaron aburriendo. Aquellos que pretendían conocerme, que me brindaron charlas y mates y salidas y compañía, se encontraron robándole un beso a una catatónica, como quien besa un muro helado, sólido, impenetrable, y se rindieron, demasiado agobiados por tu sombra, aquella que mantenía mi mirada velada, mi cuerpo inerte, mi sístole inmutable, mis palabras adentro. Ni los unos ni los otros dieron con la puerta porque no había tal cosa. No existía puerta alguna. Cerrado por derribo. Y perdí lo que quedaba. Me perdí lo novedoso. Obvié las posibilidades. Me fui."

"Sí, sí, pero hablemos, hablemos después de tanto tiempo. No te calles, no me des un silencio ni para ponerte a pensar y ser pragmático. Hablame. Dejame escucharte. ¿No ves que te odio y te aborrezco tan sólo cuando no puedo escucharte? ¿No ves que tu voz me enamora, como antes, como la primera vez, como siempre? ¿No me escuchás? Estoy de este lado del teléfono y no hay interferencia ni delay porque estamos más cerca que ayer. Hablame."
María Cora Chiaraviglio - El gato de yeso

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