5 de diciembre de 2011

Frutas de ensalada

No hay nada que hacer, las tristezas te lanzan a escribir. Cuando uno está en un estado de planicie emocional, por lo menos a mí no me sale ni dos frases seguidas sin que me parezca una porquería lo que escribí. La vida cambió mucho para mí este año pero hay demasiadas veces en las que no puedo evitar pensar que ese cambio se dio solo en el exterior, y que si rascás un poco la cascarita sigo siendo la misma de siempre, con los mismos miedos de siempre. Pero ahora mientras escribo estas frases con poca coherencia me acuerdo de algo que me dijo mi vieja en la cocina un par de días atrás: "viste que en el verano estabas siempre asomada a la ventana, era como si te asomaras al mundo, pero no lo vivieras. Bueno, ahora pudiste dar ese paso que te hizo traspasar la ventana." Y obviamente que mi sonrisa se ensanchó de oreja a oreja, porque que alguien te diga eso, es muy requete bueno. De verdad es bueno. Las sesiones con mi psicóloga cambiaron para bien. Yo que siempre me quejaba de que nunca me pasaban cosas. Y me las inventaba, me inventaba problemas en mi cabeza que no tenían realidad. Ahora estoy con situaciones reales, y problemas reales. Con felicidades y tristezas reales. Cansancio real y disfrute real.

Y estos días, como antes dije, no son los mas felices para mí. Encontré que la tristeza sigue presente en mi espíritu porque no sé poner los pies sobre la tierra, y toda situación que se presenta se convierte en un pantano de drama que no se puede resolver. Todo es un drama. Después de llorar viene la charla con mi vieja entre mate y mate y le cuento lo que me está pasando. Y logra, con cuatro palabras locas, ponerme los pies sobre la tierra y echarle un vaso de agua al fuego ese que me consume. Lo peor es que no es un fuego real, está inventado por mí. O sea, lo que dijo mi mamá es básico y elemental, pero no me doy cuenta de eso, lo que me cuesta ponerle realidad a la vida... Todo se me vuelve un drama. Todo son océanos insondables en los que me ahogo sin un salvavidas cerca. Y fabrico los posibles desenlaces (negativos) de las situaciones, cuando jamás se resolvió nada, nadie dijo nada. Como siempre: tratar de estructurar todo, de preeverlo, para poder anticiparme a las "cosas malas que puedan pasar" y así que me lastimen menos. Contras: es una pelotudez, no sé si algo malo va a pasar, no podés cubrirte de que te lastimen, sufro por anticipado algo que todavía no pasó. Pros: (...). La realidad es que no es fácil cambiar la personalidad de uno. Obviamente que si le ponés ganas las cosas van a salir mejor. ¿Pero cómo dejar de bajonearse? Ahí está el quid de la cuestión. Je. Tremendo eh.

Por otra parte, al haber terminado la genial cursada estoy leyendo un par de libros que conseguí milagrosamente en una grosa librería en la calle Corrientes. Su autor es Juan José Millás y es realmente una masa lo que escribe. Estoy leyendo una novela biográfica que se llama El mundo (2007), y que lindo que escribe su infancia. Y que mucho que la sufrió. No me puedo imaginar mucho el desenlace porque en realidad no es una historia que tenga una estructura, sino que va contando hechos de su vida y mas que nada se centra en la niñez. Nada fácil. Y afortunadamente tengo dos más de él que todavía no pude tocar: Cerbero son las sombras (su primera novela, de 1975) y Los objetos nos llaman que son cuentos cortos (que a mi me encantaaaan! es de 2008). Creo que esta novela trata de contarnos cómo es que el se encuentra con su profesión de escritor. Mi escape, mi evasión. Gracias Millás.

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