21 de agosto de 2011

Amigo incondicional

¿Es que este será el momento de ir cambiándole el nombre al blog? Me lo han dicho y a veces también lo pienso. Será que el hecho que tenga el mismo nombre de aquella época en la que no asomaba la nariz de la puerta del edificio ni para ir a comprar mayonesa, quedaron bastante atrás. Y un día sacás la punta de un pie, otro día lo sacás entero, y después la pierna, y sentís en la piel que el cálido sol te pega con sus rayos invitándote a salir, a que lo acompañes en el día a día. Y bueno, con ayuda te mandás afuera. La cabeza se abre un poco más y lo que creías que estaba allá afuera y era todo malo, lo era sólo en parte, porque si, pasaron cosas malas pero también pasaron cosas buenas. Y actualmente están dándose cosas más que buenas. Sentís que rompiste un poco las cadenas que te estaban atando, esas cadenas que vos misma tejiste porque el miedo podía más y te decía al oído que no salieras, que era mejor quedarse por si algo malo pasaba. 
En un momento empezás el curso de cocina, seguís con una búsqueda de trabajo, varias propuestas surgen y aceptás algunas. Decidís, barajás posibilidades y te animás a tomar una decisión, decís que si a aquello que es nuevo. Con nervios y todo avanzás más pasitos. 
Pero hay veces en las que más allá de haber trabajado, haber salido, haber roto las cuatro paredes, no es suficiente. Te encontrás con alguien que te pide que hagas más. Que respires más, que tomes bocanadas de aire gigantes para llenarte los pulmones de pureza, y después largarlo, gritar, correr, sacar afuera. Dejar de llorar por aquello que no te sale. Que te pide que dejes de bajar la cabeza y decidas a dónde es que querés ir a tomar un café. Que le discutas, que vuelvas a gritar, que le digas lo que a vos te gusta. Y entre todos eso pedidos, mis lágrimas vuelven a correr porque me doy cuenta que tiene razón en todo lo que dice. Y le arruino la noche, nos arruino la noche y terminamos haciendo lo mismo de siempre. Y yo termino bajando la cabeza como siempre. Porque no tengo valentía, no tengo espíritu. A veces se siente todo vacío, o todo triste, todo gris. Todo tembloroso ahí adentro. Todo débil, resquebrajado. Mil doscientas treinta y cuatro millones de ganas de dejar de hacer catarsis sobre este mismo miedo de siempre. Sobre este amigo incondicional que aunque yo quiera, no me abandona. Está en el trabajo, está con él, está en los exámenes, está con todo lo nuevo, con lo que no puedo manejar porque siento que se me escapa de las manos. Está en la cobardía, en mis pies, en mi manos, en mi piel. Está en no dejarme llevar. Se vuelve tan monótono... Siempre lo mismo de siempre. Decís esta vez si, esta vez si, ahora si, sale sale se va se va... y todavía ando igual.

2 comentarios:

Ale dijo...

Acordate siempre Lulú, si el miedo está es porque importa. Yo sigo orgulloso de que hayas asomado la cabecita y te tengo de referencia, ya te lo he dicho. No esperes a que el miedo desaparezca porque siempre va a estar, el tema es convivir con él y saber darle su espacio, mínimo, ahí.. al punto de no paralizarte.

Lo más difícil ya lo hiciste, y es estar donde estás ahora. Sonreí por eso, abrazá ese hoy y no pienses tanto en el miedo aunque siga pululando los rinconces.

Yo estoy muy contento por vos, espero vos también lo estes :)

Besos!

Co dijo...

El miedo no va a ir a ninguna parte, va a convivir con vos siempre. Y eso es proque todos tenemos miedo. Algunos más que otro, algunos a determinadas cosas y otros a otras cosas. Lo importante es que lo reconocés y le haces frente. A veces aflojas un poco, porque nadie puede vivir luchando, pero después volvés a enfrentarlo y es así. Es la vida, que nos va llevando por caminos espinosos y de rosas intercaladamente para que podamos valorar lo que nos pasa.

Tenete fe, confiá en vos disfrutá, sé feliz por todo lo que has logrado hasta hoy.

Beso enorme!